Sí, se puede…ir a Harvard y mucho más

Claudia García Grasso: Desde vivir en el este de Los Ángeles hasta ser fiscala asistente y líder en temas de violencia doméstica 

Claudia García Grasso creció entre pandilleros, su casa protegida por rejas. “Hubo una vez cuando una bala de arma atravesó nuestro departamento”, dijo. Hoy, ella es asistente de la fiscalía y la directora ejecutiva de One Safe Place, en San Marcos.

Criada en el este de Los Ángeles en la década de 1970, Claudia viene de una comunidad muy unida donde todo mundo hablaba español, y su familia tenía “valores mexicanos de la vieja escuela”.  

Ella recuerda que creció con tres hermanos y mucho amor, pero que “la educación no era prioridad porque mis padres no conocían otra cosa”, dijo a North County Informador.

“Como crecimos con pobreza, era el enfoque inmediato—tenemos que sacar para comer”, nos dijo. “En cuanto cumplas los 18 años, la expectativa es que encuentres trabajo y empieces a ayudar a la familia”.

Pero dijo que su madre vio en ella una chispa. Dijo a Claudia que la familia no podría ayudarla con sus estudios, pero que ella podría “trabajar duro y romper el ciclo de la pobreza”.

“Amaba la escuela” explicó Claudia. “Me encantaba leer…nunca dejaba mi barrio. Nunca viajaba. No sabía qué más había por ahí. Entonces, mi única conexión con lo que había fuera del vecindario estaba en los libros…mi única manera de mejorar mi vocabulario, mi manera de aprender de otros mundos”.

La joven Claudia enfrentaba un reto. “Un primo muy cercano a mi madre fue asesinado en la secundaria que me tocaba en el este de Los Ángeles”, dijo. Su madre hizo el sacrificio de conseguir un segundo empleo para mandarla a la escuela católica.

Ahí, Claudia trabajó duro para conseguir calificaciones sobresalientes y ganó una beca completa para UCLA. “Mis padres estaban muy orgullosos”, pero su padre le preguntó si había “muchachos lindos en UCLA” para que ella pudiera casarse.

Nos dijo que casarse joven era lo único que su familia conocía. “Tengo 97 primos hermanos…No soy la mayor por mucho, pero fui la primera en ir a la universidad”, dijo. Así que, su familia se sentía orgullosa, pero al mismo tiempo cuestionaba su deseo de seguir estudiando, sobre todo porque era mujer.

“Como que rompí la barrera y dije…esto va a poner el ejemplo para los demás primos de que pueden hacer esto”, dijo.

Al principio fue una lucha, y ella padecía el síndrome de la impostora. “Pertenezco aquí? ¿Encajo bien? ¿Soy digna de esto?”, se preguntaba. Pero trabajó duro y se graduó con honores.

Las mexicanas sí van a Harvard

Mientras estudiaba en UCLA, Claudia era voluntaria en un centro para niños que habían sufrido abusos. Aunque soñaba con estudiar leyes, decidió primero dar clases por un tiempo.

“Amaba dar clases”, nos dijo. “Enseñar no era difícil. Lo eran los problemas con los que lidiaban los niños. Niños pequeños, de secundaria, hablaban de que se les presionaba para tener sexo, tomar drogas, unirse a pandillas”.

Claudia dijo que no sabía cómo ayudar a los niños y que temía decir algo inadecuado. Entonces, encontró un programa de maestría que se trataba de niños en esta situación. ¡Pero la maestría estaba en Harvard!

“Me impresionó que gran parte de mi familia extendida dijera, no puedes ir a Harvard. Los mexicanos no van a Harvard”.

La aceptaron en la Escuela de Educación de Harvard, donde hizo su maestría. “Estaba…diseñada para los niños en riesgo. Se enfocaba en niños pobres en los barrios de las ciudades y los problemas que enfrentaban”.

“Todo mundo dijo, ‘ahí no hay mexicanos, así que tienes que estar preparada’. Pensé, está bien. Voy allá para aprender”, nos contó.

Claudia estaba muy sorprendida de que la gente pensara que no iba a lograrlo. “Tanta gente, mi propia gente, decía, los mexicanos no van a Harvard”. Era en la década de 1990, y “nadie iba a las escuelas a alentar a los niños latinos, nada les decía, sí, se puede, y así se hace”.

Su experiencia en Harvard fue maravillosa. “Me di cuenta de que todos ahí eran brillantes. Venían de todo el mundo, así que me acogieron muy bien”.

Mientras estaba en UCLA, Claudia trabajaba 30 horas por semana; en Harvard, tenía dos empleos. También tuvo que pagar una parte después de graduarse. Pero, dijo, “Totalmente valió la pena”. La gente piensa que estudiar es tan caro, pero “nunca pueden quitarte un diploma”, afirmó.

“Quienes dudan de ti, no discutes con ellos”, dijo. “Les muestras con tu trabajo lo que haces y lo que eres, tus valores y tu ética de trabajo”.

Escuela de leyes y vida familiar

Después de graduarse de Harvard, Claudia empezó a trabajar con niños de secundaria en San Diego. Conoció al hombre que sería su esposo, lo cual la llevó a estudiar leyes en esta región, en La Escuela de Leyes de University of San Diego.

Decidida a llegar a ser abogada, Claudia siguió aun cuando se embarazó de su hija durante su segundo año de estudios en leyes. “Todo mundo dijo, ‘debes tomarte un descanso’”. Dijo estar afortunada de haber contado con su suegra, quien le ayudó con su hija, y con el apoyo de su marido.

Se había casado a los 30 años. “Era vieja a ojos de mi papá”, dijo entre risas, pero “él adora a sus nietos”.

Pasó el Examen de Barra en su primer intento, con una hija de seis meses de edad. Después, se quedó en casa con su hija unos seis meses, antes de irse a trabajar. “Era el momento de ejercer y de poner el ejemplo para mi hija”, dijo.

Fiscala asistente, madre y mentora

Claudia consiguió trabajo en la fiscalía, donde su mentora era Summer Stephan, quien le dijo, “Puedes ser una mujer y equilibrar tu familia y tu trabajo”.

Claudia dijo que su ejemplo como madre convirtió a su hija en una mujer independiente y mostró a su hijo que podía lograr lo que fuera. Su hija, quien va a graduarse de la universidad en mayo, le dice, “Me sentaste las bases”.

Orgullosa de poder ayudar a los demás, Claudia ejerció 20 años con la Fiscalía, donde muchas veces llevó casos con abuso a menores y violencia doméstica. “Trabajamos para sacar de las calles a los depredadores”, dijo, para proteger a mujeres y niños.

Llama a todos a buscar mentores y luchar por lo que quieren en esta vida. “A pesar de las adversidades, a pesar de la pobreza, a pesar de la violencia de las pandillas, ustedes tienen la fortaleza, tienen la resiliencia”, dijo.

“Y los mentores son una pieza clave; ayudan a impulsar para que uno diga, sí, puedo lograr esto”.

Claudia es mentora de una mujer de la que siente orgullo hoy, quien una vez fue parte un caso que llevó. “A su madre la mató el novio delante de la niña. Esta testificó cuando tenía 11 años y dijo, ‘Señorita Claudia, algún día voy a hacer lo que usted hace’. Ahora, ella es fiscala asistente y trabaja en nuestra oficina”, Claudia nos dijo.

Desde el 5 de julio de 2022, Claudia es la directora ejecutiva de One Safe Place. Dijo que la gente le pregunta si extraña estar en la corte. “Yo diría, aún no, porque estamos salvando vidas aquí en One Safe Place…”

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