El Espíritu de la Gratitud

Por Beatriz “Bea” Palmer

Beatriz Palmer

Desde nuestro primer aliento hasta nuestra última exhalación, la gratitud nos arraiga en la conexión.

Noviembre es más que una época para cocinar e ir de compras; es una oportunidad para reconectar con nosotros mismos y estar agradecidos por las cosas que nos sustentan.

La gratitud y la acción de gracias pueden ser tanto una emoción como una mentalidad intencional: una forma de reconocer el aprecio por algo o alguien, o incluso por los momentos intermedios que moldean nuestras vidas.

La gratitud nos rodea

En nuestras culturas indígenas, latinas y negras, la gratitud no es solo un sentimiento, sino un acto de espiritualidad y reverencia. Damos gracias a nuestros seres queridos y a la Tierra misma: por la tierra que nos alimenta, las aguas que calman nuestra sed, el fuego que calienta nuestros alimentos y el aire que nos sustenta.

En muchas culturas, esta reverencia tiene nombres comunes.

En Lak’ech: “Tú eres mi otro yo” nos recuerda que honrar a los demás también es honrarnos a nosotros mismos.

Ubuntu: “Soy porque somos” habla de nuestra humanidad compartida y del cuidado colectivo. Y en la tradición filipina de Bayanihan, las comunidades se unen alegremente para ayudarse mutuamente, incluso en el acto de todo un hogar en común.

Cada nombre enseña que la gratitud se basa en la reciprocidad, la relación y la pertenencia.

En tiempos de incertidumbre, puede ser difícil encontrar la gratitud en lo cotidiano. Pero quizás es entonces cuando más la necesitamos: para hacer una pausa, inhalar, exhalar y buscar la serenidad que nos mantiene anclados y conectados con algo más grande que nosotros mismos.

Mi abuela, Amá Toña, quien falleció a los 98 años, dejó a nuestra familia un legado de gratitud. La comunidad la conocía como la señora del gorrito que compartía sus conocimientos de sanación natural, una querida curandera del barrio que usaba plantitas y un poco de fe u oración. Ofrecía oraciones por las cosas más sencillas: la comida, la salud e incluso el presidente. No sabía leer ni escribir, pero su espíritu albergaba una profunda sabiduría. Mantenía un árbol de Navidad todo el año y una veladora encendida a diario, símbolos de su reverencia por la vida y una ofrenda de agradecimiento por la abundancia.

Courtney Torres, owner of Pure Blowout & Color Bar in Encinitas, turns beauty into a spiritual act of gratitude. (Photos: Tara Crutchfield)

Cada comida comenzaba con una larga oración nombrando a cada miembro de la familia. Tenía tan poco, pero vivía como si fuera rica en alegría y generosidad. Sus buñuelos especiales—pan dulce frito de masa suave estirado a mano y a veces sobre sus rodillas como lo hacen las mujeres indígenas purépechas—eran roscas doradas de amor, rociados con jarabe de piloncillo o espolvoreados con canela y azúcar. Los envolvía en bolsas recicladas o los guardaba en mantequeras reutilizadas, regalándolos a familiares, vecinos e incluso desconocidos—muestras de aprecio y amor.

Ese espíritu de gratitud se convirtió en su mayor legado para sus retoñitos. No era religiosa en el sentido tradicional, pero sí profundamente espiritual, sin pasar por alto las pequeñas bendiciones.

Gratitud en nuestras comunidades

Para muchas familias de nuestra comunidad, la gratitud es una forma de vida: una ceremonia, una oración y una forma de caminar con delicadeza sobre la Tierra. Nos llama a vivir en reciprocidad: a retribuir incluso en tiempos de escasez, a cuidarnos unos a otros y a recordar que somos parte de un entramado más amplio de vida, un lindo tejido.

Al escuchar a los miembros de nuestra comunidad, recuerdo que la gratitud no es pasiva. Se manifiesta en cómo servimos, cuidamos y creamos sentido de pertenencia entre nosotros, incluso en tiempos difíciles.

Mario De Matteo (center) is the executive director at The Agrarian Institute in Bonsall. (Photos: Agrarian Institute)

Una de esas voces es la de Mario DeMatteo, director ejecutivo del Instituto Agrario en Bonsall, una granja educativa regenerativa dedicada a erradicar la inseguridad alimentaria en el norte del condado de San Diego. “Comenzamos este trabajo porque creemos que la alimentación y la agricultura tienen el poder de sanar la tierra, a las personas y a las comunidades”, compartió Mario. Cada cosecha, cada árbol plantado y cada niño que aprende a cuidar la tierra nos recuerda que la abundancia no nace del aislamiento, sino de la comunidad. La gratitud ha pasado de ser un sentimiento a una práctica diaria.

Sus palabras evocan lo que vivió mi abuela: la gratitud crece de forma natural, como una semilla en tierra fértil.

También hablé con Courtney Torres, propietaria de Pure Blowout & Color Bar en Encinitas, quien convierte la belleza en un acto espiritual de gratitud. Además de ser mamá y esposa a tiempo completo y estar esperando su tercer hijo, ¡Courtney es emprendedora! Ella y su esposo soñaban con tener su propio salón, y su sueño ya se ha cumplido. Es un maravilloso recordatorio para que otras mujeres nunca dejen de soñar. Cuando le pregunté qué la inspiraba, su respuesta fue: “Me encanta ayudar a las personas a sentirse lo mejor posible y crear un espacio cómodo y acogedor. La gratitud es fundamental en todo lo que hacemos, tanto para nuestro equipo como para todos los que nos visitan”. Courtney y su esposo, ambos estilistas, se hicieron cargo del salón con el sueño de mantener vivo su espíritu. “Intento mostrar mi gratitud estando presente, apreciando a las personas que me rodean y nunca dando por sentado que puedo hacer algo que amo todos los días”.

Courtney Torres (Photo: Tara Crutchfield)

Su enfoque nos recuerda que la gratitud no solo reside en la tierra o la cosecha; reside en los encuentros cotidianos, en el cuidado de nuestras manos y en los momentos en que hacemos que los demás se sientan apreciados, hermosos y completos.

Sus historias nos recuerdan que la gratitud no se reserva para grandes gestos ni ocasiones especiales, sino que se encuentra en actos diarios de servicio, arte, valentía y amor: en las manos que cuidan la tierra, las semillas, el cabello y el corazón.

Entonces, ¿cómo expresas tu gratitud? ¿Qué te mantiene arraigado en ese espíritu: ¿tus relaciones, tu comunidad o la tierra que te nutre?

En esta época, que todos vivamos la gratitud en voz alta, honrando a nuestros antepasados, a nuestra Tierra y a los demás mediante pequeños actos intencionales de bondad y reciprocidad. Una forma de sentir gratitud es al apoyar a pequeños empresarios como Mario en el Instituto Agrario o Courtney en su salón. Ambos contribuyen a un propósito mayor y demuestran gratitud en su estilo de vida.

Conoce el salón de Courtney

Para apoyar la granja de Mario y ver oportunidades de educación y voluntariado.

Como me enseñó mi Amá Toña, la gratitud no es solo algo que se dice; es algo que se vive: una oración, una semilla, un buñuelo a la vez.

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